Hoy es un día especial, como cada año.
Es el cumpleaños de mi vida.
Cada día, viene de trabajar,
se mete en la cocina y mientras
nos grita que pongamos la mesa antes de que se enfríe,
que le pongamos su brasero para calentarse los pies.
Después…
después es lo más tierno,
se hace un hueco en el sofá donde ya lleva su nombre
puesto.
Pone la tele y se deja llevar por el sueño
donde se olvida de las preocupaciones y piensa en cómo
llevar los días
para que le pesen menos.
Parece que
fue ayer cuando aun me tenía dentro,
que era ella
la que me sentía (y lo sigue haciendo)
y la que me
daba oxigeno (y que aun me da cuando me falta)
parece que
fue ayer cuando me acunaba entre sus brazos
y me daba
besitos en la frente.
Ahora me da
la mano y ya no llega a mi frente nada más que de puntillas.
Mamá, adoro
cuando sonríes,
tu risa es
música para mis oídos
y no me
olvido de que eres la reina de la casa,
de mi vida.
Me encanta
que me pilles las mentiras,
que leas mi
cara y sepas todo lo que siento,
me gusta
hasta cuando te enfadas y gritas,
y me gusta
no soportar tus collejas desprevenidas
y cuando me
bordeas diciendo ‘Muuy bien, que lista eres ¿lo has averiguado tu sola?’
Eres un
pilar
(como tu
nombre indica)
el más
importante,
el más
fuerte,
el más
valiente,
que si se derrumba…
me derrumbo.
Ojalá algún
día llegase a ser
la mitad de
mujer que eres tú.
Gracias mamá
por enseñarme lo que nadie
me ha
enseñado.
Eres el amor de mi vida,
al que todo el mundo debe referirse cuando
se habla de una madre”
Felicidades mamá.
Te
quiere, tu hija.
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